La ley del karma, que es la ley de causa y efecto, nos dice que todo vuelve.

La humanidad vive en gran medida ajena a esta ley implacable e insoslayable.

En lo grande y en lo pequeño hay una ley de la justicia cósmica, que no percibimos porque va más allá de nuestra experiencia temporal en una encarnación.

Pero todo vuelve y por eso hoy se nos dice que el bien nunca queda sin recompensa.

En el mundo hay mucho bien: millones de personas cada día evidencian la inteligencia, la entrega y el logro de la familia humana.

También hay mucho mal, del que se habla mucho más que del bien.


Y entre ambos están el mundo de la banalidad y de la inconsciencia dominados por el espejismo del lujo y la riqueza.

Ayer hablábamos de hacer crecer el bien con una lente de aumento.

No se trata de buscar ninguna recompensa, pero que en nuestro epitafio pueda decirse: “intentó hace siempre el bien”.

Todo lo demás, lo que tenga que venir, vendrá por añadidura.

El bien nunca queda sin recompensa. Sólo que no esperéis que llegue necesariamente bajo la misma forma en que lo habéis hecho. Puede seros devuelto bajo formas totalmente diferentes y que no esperáis.

¿Dais dinero y desearíais que os fuera devuelto dinero?… Pues bien, no, pero tal vez recibiréis la salud, la amistad, la esperanza, la inspiración o la sensación de ser un verdadero hijo de Dios, puesto que, como vuestro Padre celestial, dais sin esperar nada a cambio. La ley de justicia es una ley cósmica que nada ni nadie puede establecer por defecto. Es una mala comprensión de esta ley de justicia la que desalienta a los humanos a hacer el bien. Tienen miedo que se abuse de ellos. No, no deben tener miedo. Incluso si, en efecto, se aprovechan de ellos, de una forma o de otra, serán un día recompensados por el bien que han hecho.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta.  Imagen: “Temple of Nagar”, pintura de Nicholas Roerich (1929)