Aïvanhov nos habla hoy de la manifestación de la vida.

En el  mundo nos encontramos con personas vivas y apagadas.

En las primeras la chispa interior está iluminada y ello se traduce en una chispa externa. En los segundos no hay chispa.

Cuando la chispa se enciende hay un milagro maravilloso: el ser humano se conecta con su esencia, que a su vez está conectada con la esencia Una.

Y hacerla crecer, para que la chispa prenda y se conserve, es también un asunto de responsabilidad personal.

Y es que podemos ser fuente, como un sol, o un manantial seco.

Podemos estar vivos pero también muertos en esta vida temporal.

Y los que busquen ser fuente encontrarán antes.

Mucha gente imagina que siendo fríos, rígidos, apagados y sin amor, podrán lograr éxito en la vida. ¡Pobres! Si quieren tener éxito, es necesario que se acostumbren primero a ser vivos, y sólo lo conseguiremos aprendiendo a amar; para ello también hay unos ejercicios que podemos hacer. ¿Cuáles? He aquí uno muy fácil. En un momento cuando nadie os vea, levantad vuestra mano enviando todo vuestro amor hacia la tierra y el cielo, hacia los Ángeles, hacia el Señor y decíd: «Os amo, os amo, quiero estar en armonía con vosotros.» Habituándoos así a proyectar hacia el espacio algo vibrante, intenso, os convertís en una fuente, como un sol.

¿Por qué ciertos seres se parapetan tras un rostro siniestro con el que no se siente ni amor, ni bondad ni siquiera inteligencia? No se dan cuenta de lo perniciosa que es esta actitud, tanto para sí mismos como para los demás. Deben aprender a expresar el amor para llegar a ser vivos, para que su rostro, su mirada sean vivos, para que su presencia sea viva.

Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. Imagen: Fiesta de fin de curso en la residencia de Anand Bhavan, Calcuta, abril 2010