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El mundo invisible nos habla de continuo si tenemos la antena sintonizada.

Sintonizar la antena requiere estar en contacto con nuestro interior, donde también habita la Divinidad.

La ignorancia humana se produce por la pérdida de sintonía con la esencia. En ese caso la frecuencia sutil no se capta, se pierde, hay interferencias.

Aïvanhov nos habla de la preparación antes de dormir. Es algo muy simple, pero que nos predispone para recibir esas frecuencias elevadas.

Recogernos antes de dormir para hacer la revisión del día y para improvisar un pequeño altar desde el que invocar a nuestro auténtico yo.

Cada día, en medio de este ruido, podemos introducir cinco o seis momentos sagrados, de comunión.

Transitaremos entonces por las fuentes inalterables de la alegría.

El aire será dulce, como en la primavera.

Por la noche, durante el sueño, es cuando tenéis las mejores condiciones para instruiros en el mundo invisible. Y aunque no tengáis ningún recuerdo concreto de lo que habéis aprendido, a veces podéis sentir que algunos elementos nuevos se han añadido a vuestra comprensión de las cosas.

Cada día es una nueva existencia. Cada mañana nacéis al mundo y cada noche abandonáis el mundo; es importante para vosotros vivir correctamente este último instante de vuestra jornada porque prepara las condiciones para el día siguiente. Cualquiera que sea el día que acabáis de vivir, en el momento de dormiros esforzaros en ahuyentar todo lo que pueda oscurecer vuestra conciencia. Invocad los mejores pensamientos y los mejores sentimientos para que os acompañen en este viaje sagrado que vais a hacer al mundo del más allá. Al día siguiente, comenzaréis la nueva jornada con sensaciones de luz, de paz y de alegría.

Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. www.prosveta.es. Pintura de Nicholas Roerich: “Lao Tze”, 1943