El pensamiento de hoy nos habla de un trabajo diario y esencial.

Consiste en elevarnos con el pensamiento para acceder a otras regiones, en las que captamos la energía más pura.

No es un escapismo de esta tierra para refugiarse en un mundo de ilusión.


Es más bien ir al mundo de la realidad para volver recargado al mundo del maya, de la ilusión, que identificamos con la realidad.

Algunos grandes seres ya han manifestado su naturaleza divina.

Nos siguen animando a manifestar la nuestra, a recuperar nuestra realeza tantas veces perdida.

Nos dicen: así como es arriba es abajo.

Nos dicen: hay que construir un cierto reino en la tierra.

Nos dicen: estamos con los limpios de corazón.

Si a pesar de sus esfuerzos los humanos no consiguen mejorar gran cosa en la tierra, es porque no han aprendido a elevarse con el pensamiento para contemplar un mundo que les sobrepasa, estas regiones espirituales pobladas de entidades más evolucionadas que pueden servirles de ejemplos y de modelos. Nunca crearán algo que sea más justo, mejor, más bello, si no han percibido, en alguna parte, una realidad superior para inspirarse de ella en la vida cotidiana. Y éste es, precisamente, el verdadero trabajo del espiritualista. Sí, contrariamente a lo que algunos se imaginan, los espiritualistas no son una especie de atolondrados que se dejan llevar por toda clase de elucubraciones estériles. Al contrario, son seres que poseen una verdadera disciplina y que, gracias a la meditación, la contemplación, llegan a captar la perfección que hay arriba, para esforzarse, después, en reproducirla aquí en la tierra. Este es el único método de transformación verdadero.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Mujer en Howrah, Calcuta, agosto 2011