El propósito de vivir en equilibrio y armonía puede reforzarse con la atención y la vigilancia.

La postura recta en la meditación y en el andar ayudan en esa concentración.

Cuando falta la concentración se produce una dispersión, un desparrame, un desorden.

Lo vemos con frecuencia en cómo nos sentamos los humanos: tirados en la silla, como un saco abandonado.

A nivel figurativo nuestras células pueden estar alineadas hacia ese propósito o desordenadas, desparramadas.

El orden interno es importante para que haya una unidad de pensamiento, palabra y acción.

Los seres liberados siempre están en ese orden interno, que no es otro que el alineamiento del alma con los cuerpos.

El resto de la humanidad alternamos el escaso orden con el mucho desorden.

El alineamiento, el orden de nuestras células hacia un propósito elevado: ese es el inicio del camino hacia la libertad.

Todos sois capaces de entusiasmaros descubriendo una verdad espiritual y sois sinceros cuando decís que queréis vivir, en lo sucesivo, en armonía con ella. Pero muy pronto, este entusiasmo decae. ¿Por qué? Porque los habitantes de las miles de células que constituyen vuestro organismo no están todas convencidas. La luz que acabáis de recibir, la buena decisión que acabáis de tomar sólo alcanza a algunas de estas células. Las otras se hacen las sordas y rehúsan ser molestadas en sus costumbres. Se resisten, y como son más numerosas, son ellas las que ganan la partida.

Cómo adiestrar a toda esta población interior, esto es lo difícil, pero es también nuestro trabajo: buscar la manera de penetrar suficientemente en nosotros mismos y establecer relaciones con las células de todos nuestros órganos con el fin de que ellas se vuelvan más receptivas y acepten sostenernos en el camino de la luz.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta.  Imagen: porteadores en Calcuta, India, febrero 2011