Nuestros pensamientos y mundo interior tienen su reflejo en el mundo exterior.

Las arrugas del rostro que aparecen con los años pueden ser de paz o de tensión, de haber vivido la vida en la verdad o en el engaño.

Las sonrisas pueden transmitir confianza o manipulación.

Hay seres que transmiten paz porque viven esa paz en lo cotidiano. Su mirada y su apretón de manos transmiten otra cosa.

Pero la mayoría de los humanos vivimos en el conflicto, y desde el conflicto no puede inspirarse confianza.

Y es que sólo cuando la vida renovada fluye en nuestro interior, podemos transmitirla al exterior.

En el interior, una y otra vez, encontraremos siempre la dinamo de la vida.

Ese es el gran regalo que nos ha sido dado.

Como dice el antiguo mantram: “desde ese centro, yo, el alma, surgiré”.

Cuando deben aparecer en público, los responsables de todo tipo, políticos, jefes de empresa, se esfuerzan en mostrar un rostro abierto, distendido e incluso sonriente. Saben que deben hacer creer que todo va bien, ¡la vida es hermosa! Pero a menudo existe en esta actitud algo artificial que no inspira mucha confianza; sino al contrario, el público siente que hacen comedia, e incluso tiene la sensación de que se burlan de él.

Por la expresión del rostro, con la mirada, con la sonrisa, cada uno de nosotros trasmite la vida. Pero esta vida debe venir del interior, no se puede fabricar. Nada substituye el trabajo espiritual, el trabajo sobre uno mismo para crear esta vida que reconforta, calma y da ánimos a los seres. Entonces, todo sucede naturalmente. ¿Cómo la luz interior no hallaría el mejor modo de expresarse?
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. Su obra está publicada en España por la Asociación Prosveta Española- www.prosveta.es. Foto: familia en la residencia de Anand Bhavan, mayo 2010