El pensamiento de hoy se refiere a la puerta de la felicidad.

La felicidad es un estado interior que todos conocemos pero que con mucha frecuencia no nos habita.

Tiene mucho que ver con el dar sin esperar nada a cambio, con el perdón y con un corazón limpio.

En la película El árbol de la vida se dice “El único modo de ser feliz es amar. A no ser que ames, tu vida pasará como un destello”.

Se nos plantea amar y perdonar como ejercicio de la voluntad, hasta que salga solo.

Es también el principio de la compasión budista.

Con frecuencia los humanos cometemos errores, nos salimos del camino, nos perdemos.

Pero siempre hay una mano amiga que nos invita a volver.

Cuando se va por ese camino de vuelta, ya no se habla de felicidad, porque entonces es un estado permanente.

¿Buscáis la felicidad? Entonces, amad, porque sólo el amor proporciona la felicidad. Sí, el amor, ni la ciencia y ni siquiera la filosofía. Aquellos que saben mucho, que reflexionan mucho, no son necesariamente felices, porque lo que descubren no siempre es alegre. Mientras que aquellos que sienten mucho amor en su corazón, aunque no saben mucho, son mucho más felices. ¿Por qué? Porque Dios ha puesto la felicidad en el corazón, y no en el intelecto.

La ciencia, los conocimientos no pueden proporcionarnos la felicidad: preparan el camino, lo iluminan, dan una orientación, pero son incapaces de hacernos felices. Diréis: «¡Pero hay tanta gente que han hecho con el amor experiencias desgraciadas e incluso trágicas!» Sí, porque no sabían dónde buscar el amor y cómo amar. Así pues, si queréis ser verdaderamente felices, aprended a amar.

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: escena de «El árbol de la vida», de Terrence Malick