El pensamiento de hoy nos llama de nuevo al centro.

Ese centro es la fuente, el punto de quietud, el alma, el Yo superior.

Es el eje que podemos contactar para dejar de estar desencajados.

Dice el antiguo adagio: “desde ese centro yo, el alma, surgiré”.


Parece un lugar lejano, inaccesible, pero está ahí, esperándonos como refugio donde recargar la fuerza.

Desde la mañana a la noche la vida parece un frenesí, pero si se contacta ese centro deja de serlo.

Hay otro diálogo, fuerzas poderosas nos habitan.

Así pues, el pensamiento de hoy nos da una pauta poderosa para reconstituirnos, para poder continuar caminando, liberándonos de la densidad.

El camino es largo y cansado. Pero desde el centro ya sabemos que no estamos solos.

Entramos en comunión con la alegría primordial de estos niños.

«Bien cuando estéis en casa, en la calle, en una reunión, en la sala de espera del dentista, leyendo, cantando, comiendo, trabajando o viajando, durante al menos algunos segundos, pensad en restablecer el contacto con el Centro cósmico, con la Fuente, con el Sol del universo, y después continuad con lo que estabais haciendo. No hay nada más precioso que esta costumbre.

Diréis. «Ya lo hago, pero no veo que ello haya producido en mí grandes cambios.» No pidáis grandes cambios inmediatos, solamente pedid poder realizar este ejercicio que, por un momento, os liberará de la densidad de la tierra y os pondrá en comunicación con la inmensidad. Durante semejantes momentos entráis en conexión con el poder del Principio divino. ¿Qué más necesitáis?».

Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Foto: niños en el colegio, Quang Tri, Vietnam, 1 octubre 2014 (Jesús Vázquez)