Nuestra tarea es manifestar lo que somos (espíritu) a través del vehículo terrenal (materia).

La identificación con la materia nos tiene sumidos en la oscuridad. Es el origen de los apegos y de todas las limitaciones.

La materia puede ser la expresión de nuestro espíritu, y cuando espíritu y materia están alineados nos encontramos ante seres completos.

Cada día nos da una oportunidad para buscar esa alineación, para buscar esa plenitud.

El encuentro con el espíritu es inevitable. Despertar a esa realidad es cuestión de tiempo.

Cuanto antes despertemos, antes saldremos del espejismo y antes comprenderemos.

El camino está ya trazado, y es tiempo de hollarlo, sin más dilación.

El origen de todos los desequilibrios se halla en el desequilibrio entre el espíritu y la materia; es él quien arrastra tras sí todas las demás formas de anomalías que se pueden apreciar en la existencia. El espíritu y la materia son dos polos, dos principios con los que el ser humano debe saber obrar con inteligencia, juicio y prudencia.

Si no es recomendable imitar a Occidente, que ha dado gran importancia a las adquisiciones materiales en detrimento del alma y del espíritu, el ejemplo de la India y de otros países que, durante siglos, aceptaron vivir en la miseria, el hambre y la enfermedad, tampoco debe ser seguido. Debemos poner al espíritu y a la materia en el lugar que les corresponde: no rechazar a la materia, sino hacerla sumisa y obediente al espíritu. En este equilibrio entre el espíritu y la materia es donde los individuos y las sociedades encontrarán su desarrollo.

Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. www.prosveta.es. Foto: hombre joven en Salgaon, Rajasthan, India, 2 mayo 2009