Hoy podemos plantar en nuestro interior una semilla.

Si: una semilla con todas las virtudes.

Una semilla que nos aleje del ego esclavizante y  zafio y nos acerque al Ser.


La sabiduría nos aguarda. Entretanto, seguimos enganchados a la ignorancia vidas y vidas. Se llama la rueda d ela vida.

La semilla puede crecer y convertirse en el árbol más magnífico.

Un día, el Cristo llegó para habitar en Jesús.

Podemos escoger a quien queremos en nuestro interior: ¿a las alimañas? ¿al principio crístico y búdico?

Son tiempos para elegir. La vida, realmente, es muy breve.

¿Cómo ha podido la humanidad sobrevivir y desarrollarse sobre la tierra? Gracias a la agricultura. Y ¿en qué consiste la agricultura? En enterrar en el suelo semillas, plantas. Con el tiempo, una semilla produce cientos de otras semillas, y una planta se convierte en un árbol cubierto de frutos. De este modo, para vivir en la abundancia, es necesario, al menos, empezar por sembrar una semilla, por plantar un árbol.

En el mundo espiritual, como en el mundo físico, si queréis recibir el amor, la luz, la felicidad, todas las bendiciones del Cielo, debéis también sembrar, plantar. Y aquí, evidentemente, las semillas y las plantas son de otra naturaleza: pensamientos, sentimientos, actos, palabras, miradas, sonrisas inspiradas por todo lo que poseéis de mejor en vuestro corazón y en vuestra alma. Y a cambio, recibiréis flores y frutos en abundancia.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta.  Imagen: “Himalayas”, pintura de Nicholas Roerich (c. 1936)