El hombre esta hecho a imagen y semejanza, tiene en su interior una chispa divina.

Esa chispa puede tardar en aflorar vidas enteras, pero está ahí.

Cuando se dan las condiciones adecuadas, crece, se expande.

Algunos como Jesús y Buda la hicieron crecer hasta el límite de sus posibilidades: manifestaron aquí en la tierra su divinidad.


El pensamiento de hoy alude a dos magias: la primera es reconocer la posibilidad de esa chispa en nuestro interior, y a partir de ahí dignificar nuestra vida.

La segunda, reconocerla en el otro e intentar y ser consciente de ello en cada intercambio.

Ese es el significado de la palabra namasté.

La chispa divina espera callada para un día convertirse en gran fuego purificador.

«Un Maestro espiritual se esfuerza en ver en los seres las divinidades que aún no son. No le interesa lo que son ahora. Cada vez que les ve, piensa en esta chispa divina que hay enterrada en ellos y que espera el momento en que, por fin, le den la posibilidad de manifestarse. He ahí la expresión más elevada del amor: saber conectarse con la chispa divina en cada criatura para alimentarla y reforzarla.

¡Qué diferentes serían las relaciones entre los humanos si, ellos también, cuando se encontrasen, pensaran que el hombre o la mujer que tienen ante ellos, es el depositario de una chispa que ha brotado del fuego divino! Incluso en un criminal hay que buscar esta chispa para tratar de reanimarla. No siempre es posible, pero al menos hay que intentarlo. No siempre sabemos por qué ciertos seres se dejaron arrastrar por una mala pendiente, ni tampoco sabemos lo que podría enderezarlos y reanimar súbitamente la chispa que hay en ellos. Por eso nunca hay que emitir juicios definitivos sobre lo que son.«

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: el Teide el 12 de septiembre de 2013 (Tata Abaitua)