El camino es largo y serpentea, y a veces parece oculto por la maleza.

Atraviesa hermosos paisajes y otros menos favorables. Sube hacia las montañas y luego desciende a los llanos.

En las montañas el aire y el agua son puros. El azul del cielo, el horizonte sin límites, nos sugieren el infinito.

Un día, tras larga marcha, divisamos otras regiones, nos llegan otros mensajes, y en nuestro interior surge calladamente una emoción distinta.

Al principio los mensajes son rumores, luego son certezas. Por la mañana, en el silencio del alba, llegan muy claros. Durante el día se confunden.

El camino ya no se oculta y ya nunca estamos solos.

Los que lo hollaron antes que nosotros nos animan a no distraernos: hemos de llegar a un cierto lugar a una cierta hora.

Nos mandan sus mensajes, y con el corazón ligero avanzamos, maravillados ante los destellos que aparecen aquí y allá, como cuando andamos por la nieve en un día de sol.

Cuando el gran sendero ha sido designado,
Debemos evitar cuidadosamente las desviaciones

403-Las hojas del jardín de Morya, I, La Llamada, 1924, Agni Yoga Society, Nueva York. Foto: las montañas de Bhutan, mayo 2010