Aïvanhov nos regala hoy un pensamiento sumamente práctico y también muy hermoso.

Alguna vez hemos hablado del pensamiento del libro de Morya en el que el Instructor está al tanto del crecimiento de una brizna de hierba.

Podemos ser amorosos y cuidadosos hasta con esa brizna; todo queda registrado.

No se trata de acumular registros, más bien se trata de olvidarlos. Pero cada registro construye poco a poco un cuerpo causal.

“Haced el bien y no esperéis nada”: éste es uno de los mensajes más sabios con los que podemos encontrarnos.

Todo lo demás vendrá por añadidura.

Cuántas veces dudáis en manifestar vuestra bondad diciéndoos que nadie apreciará vuestro gesto: los humanos son ingratos e incluso malvados, pensáis, no vale pues la pena intentar hacer algo por ellos. Pues bien, ésta es una manera de pensar muy perniciosa, porque os paraliza en lo mejor que tenéis.

Habéis hecho el bien y no habéis sido recompensados, incluso os han engañado, es posible. Pero comprended una vez por todas que vuestra conducta no debe depender de la actitud de los demás. Haced el bien y no esperéis nada, confiad solamente en Aquél que lo ve todo, que lo sabe todo. Sólo Él puede apreciar vuestras acciones buenas y generosas, y es pues de Él de quién vendrá la recompensa… pero quizás bajo una forma diferente de lo que esperabais. Gozaréis de mejor salud, seréis más fuertes, más sabios, más felices: ¿no es esta la mejor recompensa?

Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. Imagen: madre e hijo en el dispensario de salud de Pilkhana, India, , marzo 2010