Hoy se nos habla de un estado de conciencia superior, de ese estado que nos visita y que nos llena por dentro.

Se nos recuerdan las experiencias luminosas a las que podemos acceder cuando estamos centrados, ordenados.

Con frecuencia estamos descentrados y en nuestra vida interior hay enorme desorden, que se refleja también en el exterior. La vida es entonces ese torbellino fugaz y sin sentido que todos conocemos.

Pero cuando hemos vivido una experiencia luminosa no solo podemos recordarla, sino que también podemos revivirla si creamos las condiciones adecuadas para ello.

Las condiciones están al alcance de todos los seres humanos y dependen de una decisión personal: salir del estrecho y sofocante mundo del ego para entrar en la vasta dimensión del alma. Es un proceso gradual, lento, cansino, pero seguro.

Durante el día, la conexión con lo alto puede ser permanente y constante: también cuando estamos en medio de nuestra actividad cotidiana.

No se trata de estar conectados para estar aislados: al contrario, se trata de estar conectados para que nuestro trabajo aquí en la tierra sea más puro, más digno.

Que como consecuencia de ello en nuestro interior aparezcan con más frecuencia destellos de alegría y luz es solo una consecuencia inevitable de la pureza y dignidad.

En nuestro interior está realmente la llama, el entusiasmo, la esperanza, que nos dicen, casi a gritos: “puedes contar con nosotros”.

Decidís hacer un retiro… Durante quince días, tres semanas, un mes, la atmósfera espiritual en la que vivís os ayuda a reencontraros: sentís un equilibrio, una paz, el sentido de vuestra vida os aparece más claramente.

Pero este periodo tiene inevitablemente un final, y de nuevo os veis sumergidos dentro de la realidad banal; todo lo luminoso que habéis vivido se esfuma. Esto es inevitable, en especial si todavía no tenéis una cierta práctica espiritual. Pero debéis esforzaos para conservar cada vez durante más tiempo los beneficios de semejante retiro espiritual. Entonces, decíos: «Sé que jamás podré evitar regresar a la vida banal, pero debo conservar como un tesoro en mi interior las experiencias luminosas que he realizado, son ellas las que me protegerán el día en que aparezcan las dificultades y el desánimo. Suceda lo que suceda, no cederé, no descenderé, no perderé mi llama, mi entusiasmo y mi esperanza.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. Su obra está publicada en España por la Asociación Prosveta Española- www.prosveta.es.  Foto: caminante en las montañas de Bhutan, 11 mayo 2010