Habla hoy Aïvanhov de que ningún medio material puede reconfortar al ser humano cuando corta su conexión con el Cielo.
La conexión con el Cielo tiene distintas facetas, y la primera es el contacto con nuestro Ser, con nuestro Yo superior.
La antigua sabiduría habla del Dios inmanente (el que está dentro de nosotros) y el Dios trascendente (el Uno, el Alma Universal).
La conexión con el Cielo tiene que ver con ambos y es algo que depende de nosotros.
Recuperar esa conexión es esencial para reencontrar el equilibrio, la ecuanimidad, el propósito. Más allá, también, descubrir el gozo de la Unidad del que nos hablan los seres liberados.
Insistimos en la meditación, pero la clave es vivir en verdad y con el corazón limpio.
Hay dos formas de estar presentes en el mundo: malviviendo o viviendo, y aquí no hablamos del aspecto material pues muchos millonarios malviven.
La conexión con el Cielo debiera entonces ser nuestra primera prioridad para pasar por la tierra viviendo y no malviviendo.
Una vez que hemos probado el agua viva, ya ninguna otra quitará nuestra sed.
Por todas partes a donde vamos, nos encontramos con gente insatisfecha. Y ¿de dónde viene esta insatisfacción? De que no han comprendido que deben tener un alto ideal, una idea divina que ilumine y purifique su atmósfera interior. Y entonces, hagan lo que hagan, acaban siempre asfixiados, envenenados. Incluso en vacaciones, incluso en las mejores condiciones, en la montaña o al borde del mar, seguirán estando en el mismo estado deplorable. Sí, incluso fuera de las oficinas, de los talleres, de las fábricas, se sienten siempre desgraciados y aplastados. ¿Por qué? Porque interiormente han cortado la conexión con el Cielo. En cuanto el hombre corta la conexión con el Cielo, ningún medio material puede reconfortarle, y haga lo que haga, sufrirá.
Nadie puede defender, claro está, que la existencia de los obreros, por ejemplo, es magnífica, y que no hay en la sociedad enormes injusticias a las que debemos poner remedio. Pero ésta es otra cuestión, porque de la forma en que se abordan los problemas, aunque se aporten grandes mejoras materiales, siempre habrá descontentos, o peor aún, porque sin la conexión con el Cielo, siempre encontraremos una razón para quejarnos y sentirnos desgraciados. Tenéis la prueba en el gran número de problemas que han sido resueltos desde hace años y los hombres no se sienten ni más felices ni más satisfechos. Está claro que les falta algo más.
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: niños etíopes, octubre 2009