El sábado hablábamos de los que sufren y alguien amablemente nos remitió este texto de Aïvanhov que también tiene que ver con el trabajo que podemos hacer.

Nos habla del poder benefactor del pensamiento, incluso en medio de las ruinas y del dolor que asolan a otros seres.

El amor por todos los seres sintientes es lo único que puede curar a la humanidad.

Algunos lo han practicado siempre, pero la mayoría de los humanos estamos solo en primaria.

Cada uno de nosotros tenemos que ser agentes de ese amor.

Para ello hemos de limpiar nuestras vidas de querellas, conflictos, ofuscaciones, odios, eliminar lo superfluo.

Intentar ver al otro como el prójimo, el hermano.

El cuadernito de la foto, aparecido entre las ruinas, nos recuerda nuestra fragilidad.

Pero también nos recuerda la importancia de santificar hoy lo que hagamos pues mañana puede ser demasiado tarde.

He aquí un trabajo: enviar luz y amor al mundo entero.

Habéis meditado durante mucho tiempo y profundamente, enviando luz y amor al mundo entero, y después os vais a caminar por la calle… Cuando volvéis a casa, no tenéis la impresión de haber hecho algo especial, pero os equivocáis. Si fueseis clarividentes, veríais todo el bien que vuestra presencia ha podido hacer, sin que vosotros lo supieseis,  a la gente con la que os habéis cruzado en vuestro camino. Algunos, que tenían proyectos malvados, los han abandonado; otros, que estaban atormentados, desanimados, han recuperado la paz y el placer de vivir…

No perdáis nunca esta conciencia de que con una vida pura, noble y luminosa, podéis conducir a todas las criaturas por el buen camino. Aunque os parezca que lo que hacéis no produce ningún efecto, siempre hay algo a vuestro alrededor que se despierta, que se mueve, que recibe un impulso.

Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86): pensamientos cotidianos. Foto: cuaderno infantil encontrado entre las ruinas del terremoto de Japón