«Tratad de restablecer cada día el contacto con la Fuente divina para alimentar vuestra propia fuente, la que mana en vosotros. Haced descender primero el agua celestial en vuestro corazón, gracias al amor, porque es con el amor como el corazón se purifica. Hacedla descender después en vuestro intelecto, como luz. Gracias a esta luz, evitaréis las trampas y los obstáculos, discerniréis el camino a seguir y avanzaréis por este camino. Cuando penetre en vuestra alma, esta agua celestial la dilatará hasta las dimensiones del universo: llevaréis a todas las criaturas en vosotros y os fundiréis en la inmensidad.

Y cuando hayáis conseguido hacer fluir esta agua en vuestro corazón, en vuestro intelecto y en vuestra alma, ella se unirá a la Fuente primordial, vuestro espíritu. Entonces viviréis verdaderamente la vida divina, esta vida divina que es todopoderosa.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Guadarrama al ondo (Madrid), 11 de marzo de 2016 (cortesía de Helena González de Lozar)