El camino es largo y accidentado, y a veces parece oculto por la maleza.

Atraviesa bonitos paisajes y otros menos favorables. Sube hacia las montañas y luego desciende a los llanos.

En las montañas el aire y el agua son muy puros. El azul del cielo, el horizonte sin límites, intuyen el infinito.

En los llanos, con frecuencia, el agua se estanca. Las voces humanas construyen dañina algarabía.

Un día, después de largo caminar, divisamos otras regiones, nos llegan otros mensajes, y en nuestro interior evocamos una nueva emoción.

Al principio los mensajes son rumores, luego son certezas. En el silencio del alba llegan muy claros. Durante el día se confunden.

El camino ya no se oculta y los que lo pisaron antes que nosotros nos animan a no distraernos: hemos de llegar a un cierto lugar a una cierta hora.

Nos mandan sus mensajes, y con el corazón ligero avanzamos, ahora sí maravillados por los destellos que aparecen aquí y allá, como cuando andamos por la nieve en un día de sol.

También en el llano podemos encontrar esa voz.

“Cuando el gran sendero ha sido designado,
Debemos evitar cuidadosamente las desviaciones”

Las hojas del jardín de Morya, I, La Llamada,  sutra 403, 1924, Agni Yoga Society, Nueva York. Imagen: Rio Carrión a su paso por Guardo (Palencia), 12 mayo 2015 (Marga Lamoca)