Nos recuerda Aïvanhov la posibilidad de acceder a estados de conciencia límpidos y luminosos.
En estos estados una corriente de armonía y de paz nos inunda.
Los estados llegan y se van sin avisar, hasta que un día empezamos a aprender cómo recrearlos y cómo retenerlos.
Ese día se produce un segundo nacimiento.
El entrenamiento y la práctica hacen posible que esos estados de conciencia pasen poco a poco a poco a ser parte esencial de nuestra vida.
Y desde ese lugar la vida tiene otra forma, hay una comunión.
En la plaza hay algarabía y bronca.
El silencio del campo nos repara.
Está muy bien que améis la poesía, que leáis poemas, y quizás también los escribáis… continuad, pero sabed que la verdadera poesía no está en la literatura. La verdadera poesía es una cualidad de la vida interior, y sólo sabréis lo que verdaderamente es poesía el día en que armonicéis vuestra vida interior con las imágenes, los ritmos y las melodías del mundo del alma y del espíritu.
Aquél que ama verdaderamente la poesía comprende que ésta comienza en su interior: se esfuerza en pensar, en sentir y actuar poéticamente, entrando en estados de conciencia límpidos y luminosos. Son estos estados de conciencia los que crean la verdadera poesía: está inspirado, siente como una corriente que le atraviesa porque interiormente está unido al mundo de la armonía; debe hacer todo lo posible para mantenerse en estos grados elevados de la conciencia.
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta. Imagen: en la expedición al Stok Kangri, Ladakh, India (8 julio 2010) (foto de Jonás Cruces <http://www.todovertical.com/>