Traemos hoy una preciosa imagen de globos volando sobre Capadocia anteayer.

Viene a propósito de nuestra capacidad para elevarnos hacia lo sutil y lo puro, de vivir cada día según un alto ideal.


Desde lo alto se contempla la inmensidad, en silencio, y brota una comunión.

Desde allí se proyectan nuestras aspiraciones más lejos, en su primigenia pureza.

Al bajar de nuevo a la tierra, podemos intentar mantener ese estado, esa comunión.

Exige elegir entre lo que nos envilece en pensamiento, palabra y acción,  y lo que nos eleva.

El día a día es un excelente crisol para envilecernos o para elevarnos, para sucumbir a la esclavitud del ego o para reivindicar nuestra filiación divina.

Cada pensamiento cuenta.

«Las actividades, los placeres, los temas de conversación que les arrastran a los grados inferiores del plano astral y mental, es lo que la mayoría de los humanos aman. Se diría que sólo les gusta aquello que les debilitará, les destruirá. ¿Cuándo al fin van a remediar esto? Me respondéis que es imposible cambiar sus gustos. No, es muy difícil, pero no imposible. Y existe un método que os puede ayudar: en vez de combatir directamente vuestros gustos por las actividades envilecedoras, tratad de encontrar un método de despertar en vosotros el amor por la luz, por un alto ideal que os elevará, os enriquecerá, os embellecerá.

Ningún ser humano viene a la tierra teniendo como única necesidad la de elevarse. Todos son tentados por preocupaciones y placeres fáciles, y es normal. Lo que no es normal, es no querer cambiar esta situación. Para un Iniciado, el grado de evolución de un ser se mide por su capacidad de elevar sus aspiraciones, de proyectar sus deseos cada vez más lejos, cada vez más alto.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Foto: Volando en globo en Capadocia, 12 noviembre 2013 (foto de Verónica Aragüés)