Dos realidades conviven en nosotros: el Yo superior, que es el Yo divino, y el yo inferior, o personalidad.

El “modo” personalidad o ego es bien conocido. En él permanecemos la mayor parte del tiempo. Nos lleva por abruptos caminos.

Ocasionalmente, nos llegan chisas de vida, de éxtasis, que nos recorren como una descarga eléctrica.

Los que frecuentan los estados del Yo superior nos dicen que ese éxtasis puede ser la vivencia habitual del ser humano: una vida en armonía, en comunión.

La vida en comunión son las verdes praderas a las que se refieren las escrituras. Está aquí y ahora.

El alineamiento entre el Yo superior y el yo inferior genera en el hombre estados de plenitud y de vibración.

Hay misterios muy bellos en nuestra vida, a los que seremos ajenos si estamos distraídos.

Ciertas cumbres internas nos esperan.

En una enseñanza espiritual, se os pide que os superéis, que os sobrepaséis. Es evidente que ésta sólo es una manera de hablar, porque no podéis alejaros de vosotros mismos, todo se halla dentro de vosotros. Es vuestra conciencia quien debe elevarse para alcanzar grados superiores. Cuando tenéis la sensación de haber sido proyectados hacia el Cielo, hasta las estrellas, de haber entrado en contacto con la luz divina, en realidad es en vosotros mismos que habéis llegado más lejos, más arriba – también podemos decir: más profundamente. Lo que habéis alcanzado es vuestro Yo superior; y es en este Yo superior donde encontraréis todas las posibilidades de crear en vosotros formas nuevas, más puras, más armoniosas.

Para expresar las realidades del mundo espiritual, necesitamos utilizar un lenguaje concreto, el del mundo físico, como si se tratara de un espacio con distancias y volúmenes. En realidad todo ocurre en nuestro interior, en nuestro Yo superior, en nuestro Yo divino.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta.  Imagen: montaña del Machapuchre, Nepal