El pensamiento de hoy se refiere también al asunto de “en el cielo pero en la tierra”.

Nuestro espíritu inmortal viene  a la tierra a “desarrollar los atributos divinos”, dice el texto.

Y es que través de nuestra manifestación en la materia podemos o no poner de manifiesto la vivencia del ente divino interno.

Por ello el concepto de espiritualidad nada tiene que ver con el de religión: todo aquello que nos impele hacia algún tipo de desarrollo es esencialmente de naturaleza espiritual, se nos dice.

Mucha gente (y es mejor así) habla con el ejemplo y no con las palabras.

El maestro, el cirujano, el empresario que crea empleo y con ello oportunidades de crecimiento para otros son ejemplos de actividad espiritual que no lleva ni necesita este atributo.

Pero muchas otras actividades humanas nos dan esa oportunidad: todo aquello que nos saca de un estado para proyectarnos a otro superior tiene esa categoría, en ese largo camino de regreso a casa.

Múltiples oportunidades tenemos para ese progreso. Que sepamos aprovecharlas.

La palabra «espiritual» no se refiere a los asuntos llamados religiosos. Toda actividad que impele al ser humano hacia algún tipo de desarrollo ––físico, emocional, mental, intuitivo, social––, si es para salir de su actual estado, es esencialmente de naturaleza espiritual, e indica la vivencia del ente divino interno. El espíritu del hombre es inmortal, perdura eternamente, progresa gradualmente etapa tras etapa en el Sendero de Evolución, desarrollando firme y sucesivamente los aspectos y los atributos divinos.

Educación en la nueva era, p. 1, Alice A. Bailey, 1954, Lucis Publishing Company, Nueva York. Foto: Shoresh y Rinki, niñas residentes en Anand Bhavan, en una excursión al Jardín Botánico de Calcuta, en mayo de 2007.