Los seres humanos erramos y nos equivocamos una y otra vez.

Pero a partir de ese reconocimiento, podemos construir, podemos ir conscientemente hacia ese segundo nacimiento.

Un nacimiento en el que dejamos atrás todo lo que nos esclaviza, para estar más y más en otras regiones.

Las regiones de la luz están también aquí en la tierra, y se alcanzan cuando introducimos la pureza en nuestros pensamientos y en nuestros actos.

Volveremos a tropezar, pero cada vez saldremos antes de la oscuridad.

Hasta que un un día, el ser humano descubre que siempre es posible estar en la luz.

Podemos aspirar a la construcción luminosa  y perfecta de las que nos habla el pensamiento de hoy.

Es nuestra herencia, que no debemos ignorar por más tiempo.

Grandes son nuestras posibilidades.

Vuestros defectos son el resultado de malas costumbres que habéis contraído en vuestras encarnaciones anteriores, y cuando queréis libraros de ellos, os concentráis y os obstináis en eliminarlos. Pues bien, no, éste no es un buen método. Preocupaos más bien de lo que podéis construir para el futuro. Decíos: «Ahora crearé algo nuevo», y trabajad cada día con una fe inquebrantable, una convicción absoluta.

Tomad todos los elementos que Dios os ha dado: el pensamiento, el sentimiento, la imaginación, y esforzaos en proyectar en vosotros mismos las imágenes más hermosas, de veros en la música, de veros en la luz, de veros en el sol, en la perfección de las formas, con cualidades, dones y virtudes: la bondad, la generosidad, la posibilidad de apoyar a los demás, ayudarles, iluminarles. Un día, esta construcción luminosa y perfecta es la que recubrirá todas las lagunas e imperfecciones del pasado.
 

 

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Óleo de Dora Gil: “Llamada de la luz” http://www.doragil.com