Aïvanhov nos habla hoy de espiritualizar la materia a través de nuestros actos.
El paso previo es la consciencia del alma de la que tanto hablamos en estas notas, esto es, conocernos a nosotros mismos en nuestras dos dimensiones, la espiritual o superior y la material o inferior.
Cuando ambas están unidas, el ser humano alcanza su plenitud, pues la materia es entonces instrumento del espíritu, es vehículo de transmisión, en terminología de la Biblia es obrero del Señor.
Ese alineamiento de ambas realidades es el propósito de la meditación, y es el que pone al ser humano en su centro, en su ser.
Desde ese centro los acontecimientos de la vida tienen todos ellos una interpretación distinta a cuando solo se observan y viven desde la personalidad o ego.
Por eso la llamada a espiritualizar la materia, a ser muy conscientes de qué somos para poder vivir en consecuencia.
Cuando el espíritu imprime su sello en la materia, la huella del hombre en la tierra es benefactora.
Cada uno de nosotros tiene una tarea a realizar con su materia desde su espíritu.
Y por ello, cuanto antes nos pongamos en contacto con ese espíritu, antes podremos contribuir la tarea a la que en última instancia somos llamados.
Las criaturas humanas que somos nosotros, han recibido del Creador la misión de transformar y sublimar la materia de su creación. Los alimentos que comemos, el aire que respiramos, tenemos la misión de trabajar sobre toda la materia que pasa a través nuestro. ¿Qué es lo que esto significa? Que debemos esforzarnos en dar a todos nuestros actos una nueva dimensión, una dimensión espiritual. Si lo conseguimos, somos reconocidos, apreciados, elegidos por los espíritus luminosos que se paran cerca de nosotros porque hemos comprendido el sentido de la vida.
Cada vez que conseguimos sobrepasarnos, superarnos, crear alguna cosa superior a nosotros mismos, imprimimos sobre la materia el sello del espíritu, y es así como cumplimos nuestra tarea de hijos de Dios.
Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86), “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta. Imagen: alumnas del taller de bordados de la residencia de Anand Bhavan, Howrah, India, 3 febrero 2012