Hoy se nos da la bonita analogía de sembrar en nuestra tierra, que es nuestro interior.

En un saco tenemos las semillas buenas, en otro las malas.

Las semillas buenas nos llevan al encuentro con el alma incondicionada y desde allí al encuentro con el alma universal, con el Divino.


Ese encuentro nos alimenta, nos da vida, nos llena.

Según esas semillas crecen y se desarrollan nos transfieren su luz y construyen nuestro Cuerpo de Gloria.

Las semillas malas nos llevan a otras regiones. Pronto producen en nosotros una transformación física que puede leerse en la mirada.

Podemos plantar semillas buenas y malas, ésa es nuestra elección, y tenemos libre albedrío: la responsabilidad es personal e intransferible a pesar de la tendencia humana de buscar culpables fuera de uno mismo.

Plantar semillas buenas, regarlas, cuidarlas, ver cómo se convierten en frondosos y poderosos árboles de virtud y sabiduría…

Grandes regalos esperan a los buscadores del bien común. Uno de ellos se llama comunión.
 
Habéis descubierto una verdad, una idea divina. Consideradla como una semilla que podéis sembrar. Una vez la habéis sembrado en vuestra tierra, es decir en vuestro corazón y en vuestra alma, observad su crecimiento: sentiréis cómo nace la vida y se desarrolla en vosotros y en todo el universo.

¿Por qué, para muchos creyentes la religión se ha convertido en una práctica desprovista de significado? Porque no saben trabajar con las verdades que contiene. Y para trabajar con estas verdades, no hay más que un método: sembrarlas, como se siembran semillas; sí, sembrarlas en nuestra tierra interior, y cada día cuidarlas, regarlas, calentarlas, arrancando las malas hierbas que crecen a su alrededor y que amenazan con ahogarlas, y también librarlas de los animalejos que se disponen a mordisquearlas. ¿Qué significa esto? Que si queremos hacer crecer en nosotros las verdades que hemos sembrado en nuestro terreno espiritual, debemos alimentarlas, pero también evitar que pensamientos y sentimientos inferiores vengan a agredirlas, como lo hacen los parásitos. Yo he sembrado muchas semillas que Jesús nos ha dejado en los Evangelios, las riego, las cuido y ellas crecen…

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: niños en la guadería de Pilkhana, programa Colores de Calcuta de Fundación Ananta, agosto 2010