«A veces, sin saber por qué, sentís súbitamente un gozo o una pena. Hay varias explicaciones posibles, pero os diré una en la que seguro que no habíais pensado. Os ha ocurrido, sin duda, encontraros en la calle con un, o una, transeúnte cuyo rostro ha atraído vuestra mirada y a quién le habéis dirigido espontáneamente un pensamiento, un rayo de amor… La persona ni siquiera se ha dado cuenta de que la habéis mirado, pero ha recibido lo que le habéis dado de bueno a través de vuestros ojos y ha sentido sus efectos. Cuando sentís súbitamente un gozo, puede ser debido a que una entidad del mundo invisible, al pasar, os ha mirado proyectando su amor sobre vosotros, y vuestro corazón ha sido tocado. Por todas partes, a dondequiera que vayamos, nos encontramos en medio de una multitud de seres visibles e invisibles, y recibimos unas veces buenas cosas, y otras veces malas, lo que explica muchos de nuestros diferentes estados.
El sol, que nos mira cada día, también nos envía ondas vivificantes. Y como es una imagen de Dios, nuestro sol espiritual, debemos ser conscientes de que a través de él, es Dios mismo quién nos mira. Amar a Dios, es presentarse cada día ante Él para recibir su mirada.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Guadarrama al fondo (Madrid), 11 de marzo de 2016 (cortesía de Helena González de Lozar)