Los globos del martes siguen surcando los cielos…

Reparamos de nuevo en el sol como centro, como foco de luz y calor y de vida.


También en nuestro interior está nuestro centro, el punto de quietud.

Desde ese centro brotan la armonía, la plenitud y la paz.

“Desde ese centro yo, el alma, surgiré”, dice el antigua mantra.

“Desde ese centro yo, el que sirve, trabajaré”.

El mundo es un torbellino que nos arrastra sin remisión a no ser que busquemos nuestro centro.

En el centro hay comunión, hay ambrosía.

Las leyes ya están escritas hace milenios.

“Puesto que los planetas giran alrededor del sol, es por ello que reciben de él la luz, el calor y la vida. Si cortaran esta unión, morirían. Y como en el universo todo está construido según el mismo esquema, si los órganos y células no permanecen unidos al espíritu del hombre, a su Yo divino como los planetas están unidos al sol, perecerán. Ésta es una verdad que los Iniciados han visto inscrita por todas partes en toda la naturaleza; sí, por todas partes, excepto, desgraciadamente, en la cabeza de los humanos.

La gente imagina que cultivando la anarquía, la rebelión, rehusando someterse a las grandes leyes cósmicas, reafirman el poder de su carácter. No, reafirman su ignorancia. Porque cada vez comienzan, por el contrario, a perder el equilibrio y a debilitarse. La verdadera fuerza para el hombre, es lograr arrastrar todos los movimientos instintivos de su ser en un impulso irresistible hacia su centro solar. Cuando lo logra, la armonía, la plenitud y la paz se instalan en él.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Foto: Volando en globo en Capadocia, 12 noviembre 2013 (foto de Verónica Aragüés)