Nuestro espíritu desciende a la materia, a través de la cual se manifiesta en la tierra.
Nuestra materia son los cuatro cuerpos: etérico, físico, mental y emocional o astral.
Cuando los cuatro cuerpos están en equilibrio y alineados con el alma, el Ser se expresa de un modo completo, pleno, a través de esa materia que identificamos con nosotros pero que no somos nosotros.
Nuestro (maravilloso, en verdad) reto es como materia en la que nos manifestamos estar conectados con nuestro Ser.
El desapego, la entrega, el dar, nos ayudan en ese proceso. Las santas moradas son el camino. La meditación el instrumento.
El apego, la avidez, la codicia, el odio, nos alejan y nos esclavizan en una vida infernal.
Es hermoso, desde la materia, estar conectado con la región del espíritu. Ahí reside la verdad, la esencia, el agua viva.
El agua fresca que siempre mana.
Sin saberlo, cada día repetís los dos grandes procesos cósmicos del descenso a la materia y del ascenso hacia el espíritu, de la encarnación y de la desencarnación, del nacimiento y de la muerte. Cuando os vestís por la mañana, comenzáis poniéndoos la prenda más ligera: camiseta, camisa… y continuáis con prendas cada vez más gruesas, hasta el abrigo si debéis salir cuando hace frío. Del mismo modo, para encarnaros en la tierra, entráis en cuerpos cada vez más densos: los cuerpos mental, astral, etérico, hasta el cuerpo físico. Y cuando os desvestís por la noche para acostaros, es el proceso inverso: os quitáis una a una todas estas envolturas. Igualmente os desprenderéis un día de vuestros diversos cuerpos para volver al otro mundo.
Todo lo que es vestido o envoltura simboliza la encarnación en la materia. Nos vestimos para bajar y nos desvestimos para subir y unirnos a la región del espíritu. Quitarnos los vestidos es atravesar el mundo opaco de las apariencias para descubrir la realidad del espíritu.
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos (www.prosveta.es). Foto: niños en Zway, Etiopia, Octubre 2009, autor Pedro Primavera