Con frecuencia hemos comentado en estas notas la frase de Jesús “Mi Padre trabaja y yo trabajo con Él”.

El hombre que cumple con la justicia divina siente una dilatación interna, una plenitud, aunque ese cumplimiento le acarree dificultades que podría haber obviado.

Por ejemplo, cuando se cumplen las promesas dadas y se pagan las deudas aunque no estén por escrito y nadie pueda reclamarlas, porque toda promesa dada está inscrita en el libro de la vida.

La inversa a las palabras de Jesús es una constatación en algún lugar del Universo que si pudiera manifestarse en una expresión, en una voz, sería: “éste es uno de los nuestros…”.

Los que cumplen con la justicia divina, mucho más allá de la justicia de los hombres, son los que trabajan con el Padre, son los que pertenecen a ese grupo al que Algunos se refieren como “de los nuestros”.

Si: las entidades de la luz nos reconocen entonces como portadores de una moneda celestial, como portadores del sello del sol, como benefactores en la tierra.

La pregunta que debemos hacernos es si queremos o no trabajar con Él, si queremos o no “ser uno de los suyos”.

Porque si hay algo en lo que los humanos somos grandes expertos es en el arte de engañarnos a nosotros mismos.

Si: cuando el pájaro canta al amanecer, cuando con su trino todo lo alegra, Alguien, en algún lugar, toma nota de que “éste es uno de los nuestros”.

Porque, se nos dijo, el Instructor está al tanto del crecimiento de cada brizna de hierba.

Podemos comparar el mundo espiritual con una tienda inmensa en la que recibís lo que pedís a condición de tener una cierta cantidad de monedas para dar a cambio. Y la moneda más segura que podéis presentar ante los espíritus celestiales, es el trabajo impersonal, el sacrificio. El sacrificio es como el oro que siempre conserva su valor, porque el sol le protege; exactamente como un banco nacional protege la moneda de un país.

Cada sacrificio que hacéis para la defensa y manifestación de lo que es bueno y hermoso, para que todos los seres de la tierra puedan beneficiarse de ello, llena vuestro corazón y vuestra alma con este oro que es moneda de curso legal en las grandes tiendas cósmicas. Es como si el sol os marcara con su sello. Y como lleváis la huella de este sello, sois reconocidos por las entidades de la luz. Ellas dicen: «Este ser es de los nuestros, lleva el sello del sol, es nuestro hermano, démosle lo que pide.»

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Óleo de Dora Gil: “Germen divino” http://www.doragil.com