Hoy se nos habla de nuestro destino divino, que aparece oculto y ofuscado en el fragor del día a día, en lo aparente.
Lo aparente, el maya al que se refiere el budismo, es como una cortina que no nos deja ver lo esencial.
Cuando más allá de la cortina vislumbramos, siquiera unos segundos, lo esencial, empezamos a comprender, como despertando de un largo sueño.
Y así comienza el despertar, rescatando el conocimiento primero que ahora anda oculto y perdido en nuestro interior.
En estas tres líneas del Bhagavad Gita hay trabajo para toda una vida.
Cuanto antes empecemos ese trabajo, más rápido llegará nuestro despertar para ir al encuentro de ese maravilloso destino divino.
Sé intrépido y puro…
Se intrépido y puro; nunca vaciles en tu determinación hacia la vida espiritual. Da libremente. Domínate a ti mismo, se sincero, verdadero, amoroso y lleno del deseo de servir. Cumple la verdad de las escrituras; aprende a ser desapegado y a ser feliz en la renuncia. No caigas en la irritación ni hagas daño a ninguna criatura viviente, se compasivo y amable; muestra buena voluntad a todos. Cultiva vigor, paciencia, voluntad, pureza, evita la malicia y el orgullo. Entonces, Arjuna, alcanzarás tu destino divino.
Bhagavad Gita, sutra XVI:1-3 (Arkana, traducción de Eknath Easwaran). Foto: niños en el dispensario de Pilkhana (Fundación Ananta-Colores de Calcuta), Howrah, West Bengal, India, 2009