Debido a las comunicaciones y a la globalización, la familia humana hoy vive en directo, como nunca antes en su historia, lo que acontece de bueno y de malo en muchos puntos del planeta.

Estos días circulan y circulamos muchos mensajes relativos al poder de nuestro pensamiento: nos pedimos unos a otros unir nuestro pensamiento limpio y enfocado para enviar nuestra solidaridad humana a todos los que padecen.

En nuestra meditación de mañana dedicaremos el inicio a estar en silencio invocando por todos aquellos que sufren, intentando enviarles amor y luz. A partir de ahora lo haremos en todas nuestras meditaciones.

El texto de hoy habla de la fuerza transformadora del pensamiento. Primero como proceso desencadenante de ciertos estados de consciencia en la persona, y después como elemento al servicio de la humanidad. Este segundo es al que apelamos hoy.

Hemos de liberar pensamientos banales y egoístas y sustituirlos por pensamientos de luz y de hermandad.

Nos dirán y nos diremos que puede que de nada sirva. Pero nada se pierde, y mucho menos nada noble y puro.

Ahora más que nunca la humanidad necesita del trabajo mental de los millones de seres que quieren ver al otro como a un hermano, a los millones de personas que piensan que para vivir en la tierra necesitamos cambiar muchos patrones de nuestro pensamiento caduco.

Unámonos ya a ese trabajo aportando lo mejor nuestro.

El pensamiento es el instrumento que el Cielo nos ha dado para extraer la quintaesencia de nuestra vida…. Cuando hablo del pensamiento, me refiero a un instrumento del que debemos servirnos para acercarnos a un mundo interior de luz, de certidumbre, de paz… Si habéis aprendido a hacer un verdadero trabajo con el pensamiento, aunque estéis solos, abandonados en alguna parte, en realidad vivís en el gozo, porque el Cielo y la tierra están ahí, dentro de vosotros, y os pertenecen.

El sentido de la vida es la recompensa de un trabajo interior paciente, incesante, que el hombre, con su pensamiento, ha decidido hacer sobre sí mismo. Cuando llega a un cierto estado de consciencia, recibe del Cielo un átomo, como una gota de luz, una quintaesencia que impregna toda la materia de su ser. A partir de este momento, su existencia toma una dimensión y una intensidad nuevas, los acontecimientos se le aparecen bajo una nueva claridad como si se le hubiese dado el conocimiento de la razón de cada cosa. Y ni siquiera la muerte le asusta ya, porque precisamente este átomo, este electrón, le descubre la inmensidad de un mundo eterno en donde ya no hay ni peligros ni tinieblas, y siente que camina ya en el espacio ilimitado de la luz.

“Sois dioses –Cómo extraer la quintaesencia”, Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), p. 323, Ediciones Prosveta (www.prosveta.com). Foto: niñas en la residencia de Anand Bhavan, Howrah, Calcuta, abril 2009