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Todas las tradiciones espirituales nos hablan de buscar en el interior.

Allí está la habitación secreta, ese estado de conciencia y de consciencia al que se refiere el pensamiento de hoy.

En esa habitación están los elementos alquímicos que pueden transformar nuestra materia, espiritualizándola.


Esa alquimia es la unión, el yoga, el anclaje de dos partes que cuando se juntan crean el ser humano pleno: espíritu (a través del alma) y materia.

Cada una de las partes por separado es un proyecto inacabado.

Las enseñanzas de Buda y de Cristo se resumen en un punto: en cada ser está la semilla de la iluminación.

El mayor regalo para todo ser humano es descubrir la habitación secreta. Lo demás vendrá por añadidura.

««Cuando rezas, decía Jesús, entra en tu habitación, cierra la puerta y reza a tu Padre que está allí en el lugar secreto.» ¿Cómo hay que interpretar esta habitación secreta? Evidentemente no es un lugar físico con cuatro paredes, sino un estado de conciencia. Cuando lográis crear en vuestro interior el silencio y la paz, cuando sentís la necesidad de expresar vuestro amor por el Señor, entonces ya os encontráis en esta habitación secreta. Por un instante, por lo menos, habéis podido alcanzar esas regiones del alma y del espíritu que lleváis en vosotros desde siempre.

¿Por qué la mayoría de los humanos tienen tanta dificultad en acceder a esta habitación secreta? Porque de la misma manera que ignoran lo que sucede en su subconsciente, también ignoran lo que pasa arriba en el cielo, en su cielo, en su espíritu, en su conciencia divina. Que busquen pues en esta dirección y hallarán la habitación secreta, este estado de gran concentración, de paz, de silencio, dónde todo el resto se apaga, dónde no existe nada más que vuestra oración, vuestra palabra interior que recorre el espacio.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Montes de Toledo, mayo 2013 (Lucas Carmona)