Con frecuencia hablamos aquí de lo que ocurre por dentro cuando surge de nuestro interior, pura y limpia, la palabra “gracias”.

La actitud de reconocimiento es sanadora y pone en marcha fuerzas muy poderosas en nuestro interior.

Nos diremos y nos dirán que hay poco que celebrar y agradecer.

Sin embargo, desde el alba hasta la noche, hay tanto que se nos da.

Hay leyes ocultas, muy hermosas, y ésta es una de ellas.

El reconocimiento, que es una actitud ante la vida, vuelve a nosotros en otras formas.

Una de esas formas es la plenitud y la alegría de vivir, la comprensión del plan divino.

Gracias al Creador, a la vida, a la naturaleza, a todos los seres…

¡Cuántas cosas malas se derivan de una ingratitud! Y, por el contrario, ¡cuántas cosas buenas provienen de un simple movimiento de reconocimiento! ¿Por qué? Porque esto sobrepasa, y de mucho, el simple sentimiento que experimentáis en ese momento.

Dejemos de lado la ingratitud para ocuparnos solamente del reconocimiento. Desde el instante en el que os dejáis llevar por un movimiento de reconocimiento hacia el Creador, hacia la vida, hacia la naturaleza y todos los seres, incluso los más insignificantes, este sentimiento no se limita solamente a existir pasivamente, actúa. A causa de la ley de afinidad, atrae, por sus vibraciones, impresiones, sensaciones de la misma naturaleza que él. Y todas las bendiciones os vienen entonces de esta pequeña cosa: un sentimiento de reconocimiento.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta.  Imagen: Expedición Mamostron-Kangri (India), agosto 2011 (foto de Jonás Cruces http://www.todovertical.com/)