Nos habla Aïvanhov de trabajar por la fraternidad entre todos los hombres.
Alude a ciertos valores: honestidad, bondad, generosidad, paciencia, paz, armonía…
Se trata, nos dice, de introducir el Reino de Dios en la tierra.
También lo dijo Thay en sus recientes charlas en España: el Reino de Dios está aquí y ahora cuando yo lo traigo.
Desde esos valores manifestaremos emanaciones luminosas.
Cada día (hoy martes, por ejemplo), podemos ser agentes de la luz o de la oscuridad, contribuir al encuentro o al desencuentro, a la unión o a la desunión.
Podemos vivir desde la dignidad de hijos de Dios o matarnos unos a otros (figurada y realmente).
Son nuestras opciones creadoras.
Bienaventurados los mansos de corazón, se nos dijo.
«La honestidad, la bondad, la generosidad, la paciencia, la paz y la armonía… He aquí los valores que serán más apreciados en el futuro. Aquél que no sepa manifestar estas virtudes será considerado como inútil e incluso nocivo. Se darán diplomas a aquellos que, con su comportamiento, trabajan para la fraternidad entre todos los hombres, mientras que aquellos que se contentan con llegar a ser enciclopedias, no serán admitidos. Porque para introducir el Reino de Dios en la tierra, se necesitan caracteres fuertes, no oficinas de información.
Los verdaderos diplomas son dados por la misma naturaleza y sólo por ella. Si, poniendo sólo vuestra mano sobre el hombro de una persona que está preocupada, angustiada, lográis calmarla, ello será la prueba de que habéis recibido el diploma; el Cielo os lo ha dado. Porque los verdaderos diplomas no son papeles; están impresos en vuestro rostro, en vuestro cuerpo, en todo vuestro ser. Si no lleváis en vosotros mismos un diploma vivo, formado de emanaciones poderosas y luminosas, por muchos diplomas de la tierra que poseáis, ante los ojos de la naturaleza no seréis nada.»
Omraam Mikhäel Aïvanhov, Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Foto: montañas en Bhutan, mayo 2010