{jcomments on}Está escrito en la ley de causa y efecto que recogemos lo que sembramos.

A veces la cosecha tarda tanto que no somos capaces de ver la relación entre la semilla y el fruto.

Nos preguntamos entonces, desconcertados: “¿por qué me pasa esto?”

Los frutos guardan relación con la semilla y es inevitable: si plantamos zarzas, nos pincharán las zarzas, si sembramos conflicto nos llegará conflicto.


Por eso es tan importante ser consciente de lo que sembramos.

Se nos da una pauta muy clara: “expandir semillas de luz y de amor».

Ese es el saldo que en realidad cuenta, el de la luz y el amor.

Todos los demás saldos son y serán caducos.

«El hortelano no se sorprende cuando no ve salir las hortalizas que no ha sembrado. Se dice simplemente: «Es normal, amigo. Como no tuviste tiempo de sembrar zanahorias, no tienes zanahorias. Pero puedes tener lechugas, perejil y cebollas ya que las sembraste.» Pues sí, cuando se trata de frutas y verduras, los humanos razonan correctamente. Pero cuando se trata del terreno de la moral, psíquico, no saben absolutamente nada: creen que recogerán felicidad, alegría y paz, habiendo sembrado violencia, crueldad y maldad. Pues no, también recogerán violencia, crueldad y maldad. Pero como no comprenden, se sorprenden y se rebelan contra lo que les sucede. Entonces, a partir de ahora, deben aprender a vigilarse con el fin de solamente expandir con sus palabras, sus sentimientos y sus pensamientos, semillas de luz y de amor y así su destino será mejor.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: transformando la mirada para mirar desde el alma