Cuando nuestro mundo emocional está sereno como las aguas de la pintura de Roerich, podemos captar más.

Desde la observación, alejados de la personalidad, próximos al alma, entendemos.

Desde esa consciencia muy profunda, desde esa calma, los acontecimientos de la vida tienen otra lectura.

Vemos evolución donde sólo parece haber caos, vemos propósito donde solo parece haber desorden.

Las aguas del lago son un buen simil de lo que debe ser nuestro mundo emocional: estable y calmado.

La vida está llena de pruebas pero existe el punto de quietud.

Si cada día lo buscamos, lo encontraremos también cada día.

El observador poco a poco va adquiriendo sabiduría.

Cada día la vida nos presenta todo lo necesario para instruirnos. Los sabios reflexionan sobre todo, extraen lecciones de todo y lo utilizan todo para el bien. Pero ¿qué decir de los demás? Muchos están hasta tal punto privados de discernimiento que, aunque les sucedan cosas buenas, no sólo no saben verlas y utilizarlas, sino que se las arreglan para que éstas se vuelvan contra ellos.

Si sois conscientes y vigilantes, incluso vuestros fracasos y vuestras desgracias podrán contribuir a vuestra evolución, porque sabréis utilizarlos. Os diréis: «Oh, vaya, una ocasión magnífica para llegar a ser más fuerte, más inteligente, más rico en experiencia.» Si no tuvierais estas ocasiones, ¿cómo progresaríais? En otro campo, son precisamente los exámenes o las competiciones que obligan a los estudiantes y a los atletas a ejercitarse.

Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. www.prosveta.es.. Imagen: Pintura de Nicholas Roerich: “Mountain lake. Baralacha pass”, 1944