Volvemos hoy al concepto de fraternidad a partir de la chispa divina, que yace en nuestro interior, esperando ser encendida.

Por eso decimos que el ser humano está hecho a imagen y semejanza.


La esperanza para la humanidad es que millones de chispas se aviven en este tiempo.

Que millones de chispas encendidas sean manifestación de un nivel de consciencia más elevado y por ello más inclusivo.

El mundo vive convulso, como queriendo dar la razón a los que defienden que el ser humano es sólo una combinación de moléculas.

Pero cada uno de nosotros tiene un hogar interior que debe iluminar cuanto antes en beneficio de la humanidad.

Esa es la tarea.

«Cómo son los seres, aquí y ahora, no es algo que interese demasiado a un Maestro espiritual. Lo que él se esfuerza en ver, son las divinidades en las que estos seres se convertirán un día. Cada vez que se encuentra con ellos, piensa en esta chispa divina, escondida en ellos, y que espera el momento en el que, por fin, tenga las condiciones para manifestarse. Ésta es la más elevada expresión del amor: saber conectarse con la chispa divina presente en cada criatura, para alimentarla y reforzarla.

¡Qué diferentes serían las relaciones entre los humanos si, cuando se encuentran, pudiesen pensar que el hombre o la mujer que tienen ante ellos, es el depositario de una chispa surgida del fuego divino! Incluso en un criminal, hay que buscar esta chispa para tratar de reavivarla. Esto no siempre es posible, pero al menos hay que intentarlo. No siempre sabemos por qué ciertos seres se han dejado arrastrar por una mala pendiente, y tampoco sabemos lo que un día puede enderezarles y reavivar de repente la chispa que hay en ellos. Por eso nunca debemos emitir un juicio definitivo sea sobre quién sea.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. Editorial Prosveta. Imagen: niña en Tiruvannalamai, Estado de Tamil Nadu, India, 16 de diciembre de 2014 (Nacho Vidal)