El pensamiento de hoy nos habla de poner orden en nuestro interior.

Las emociones y la mente nos arrastran por muchos lugares en los que acumulamos polvo e impurezas, tantas veces sin ser conscientes de ello.

Por eso las paradas durante el día para restablecer el orden y la armonía, proyectando pensamientos elevados.

Porque cuando uno está ordenado por dentro todo a su alrededor se ordena.

Nuestro orden y limpieza internos es una aportación que podemos hacer al mundo.

Y ese orden, esa paz y esa armonía pueden transmitirse con cada uno de nuestros actos, y también a través de la mirada.

Pero hemos de estar alerta para que las impurezas no ofusquen ese foco desde el que pueden surgir la paz y la armonía.

Cada día nos ofrece sus posibilidades para volver a empezar.

Y podemos hacerlo con alegría.

Cada actividad de la vida cotidiana contiene una enseñanza que debéis meditar. Sabéis, por ejemplo, que cada día debéis consagrar, al menos unos minutos, a  dejar vuestra casa limpia y en orden, si no la existencia se tornaría rápidamente insoportable.   Así pues, ¿por qué todavía no habéis comprendido la necesidad de limpiar y de poner orden en vuestro fuero interior con la misma paciencia, la misma regularidad, la misma tenacidad? Evidentemente, si vuestra casa se ha ensuciado demasiado, está repleta de obstáculos  o demasiado deteriorada, tenéis siempre la posibilidad de trasladaros a vivir a otro lugar. ¡Pero intentad trasladaros fuera de vosotros mismos!     

Cada día, incansablemente, debéis visitar vuestro fuero interior y decir: «veamos, ¿qué es lo que no funciona?», y evitar que las cosas se deterioren, que el polvo se acumule, las basuras se amontonen, de lo contrario llegará un día en que será demasiado tarde para remediar la situación. Cada día, varias veces al día, es necesario hacer limpieza, es decir restablecer el orden, la pureza, la paz y la armonía en uno mismo.        

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta. Pintura de Nicholas Roerich “Book of life” (1939)