Estamos expuestos a un sinfín de influencias internas y externas que minan nuestras energías.

Es como el fluir de las mareas, que vuelven cada tiempo. Estas influencias van y vienen, y se llevan la energía.

Para proteger nuestra energía hemos de crear refugios en los que guardarla, espacios en los que solo entra lo puro y noble, en losque no debe caber lo banal ni la mentira.

Y también hemos de buscar modos cotidianos para reponer aquella energía que se ha ido.

Si no estamos atentos, la energía se irá toda, y quedaremos vacíos, exhaustos.

Aïvanhov utiliza el sol espiritual como simil: esa fuerza que nos vivifica y que puede ayudarnos a vivificar a otros.

Nuestras energías dependen sobre todo de nosotros.

Nuestra energía puede ser clara, limpia, potente, como un foco. Puede ser la energía de la luz del alma.

La inquietud por el día de mañana, el sentimiento de ser desfavorecido, la desconfianza hacia los demás, etc., debéis liberaros de estos hábitos mentales tan nocivos para vuestro desarrollo interior, porque minan todas vuestras energías. Abríos a todo lo que es vasto, generoso, luminoso, exponeos a los rayos benéficos del sol espiritual. Cuando hayáis aprendido a dejaros penetrar por su luz, por su calor, sentiréis que os convertís en un formidable foco de energías. De momento, solamente os ocupáis en protegeros, y es así como siempre colocáis pantallas entre vosotros y el sol. Pero no, ¡no tengáis miedo!

No se os pide que abandonéis todo lo que hasta ahora os ha ayudado a protegeros para volveros a encontrar desnudos y en el vacío, no, sino sustituir poco a poco toda clase de cosas antiguas por otras nuevas, mejores: sustituir una actividad por otra más benéfica, un pensamiento por otro más elevado, un amor por otro más vasto…

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. Editorial Prosveta. Imagen: “Fire Blossom” , de Nicholas Roerich (1924)