En la Humanidad ahora mismo confluyen con enorme fuerza dos paradigmas.
El primero es el viejo de tomar, poseer, acaparar. Millones de personas siguen absortas en esta forma de vivir.
El segundo es el nuevo de compartir, dar, darse, de crecer en sabiduría en vez de en ignorancia. También son millones de personas las que han iniciado este camino.
El primero es camino seguro a la esclavitud personal y al conflicto colectivo.
El segundo es camino a la liberación.
En cada acto diario hay una alternativa respecto de tomar y de dar.
A nivel interior, la regla es muy clara. Una forma empobrece, marchita; otra enriquece, vivifica.
Marchitarnos o vivificarnos, esa es en realidad la opción.
«Desembarazaos de esta deplorable costumbre de tomar, de tomar siempre… Debéis tratar de pensar en dar. Por lo menos, procurad mirar a los demás con amor, intentad sonreírles, dirigirles algunas partículas benéficas de vuestro corazón. Entonces os sentiréis ricos y felices. Los humanos siempre tienen miedo de perder algo, de empobrecerse, y no comprenden que, precisamente con esta actitud cerrada, se empobrecen. Para enriquecerse hay que dar. Sí, al tomar nos empobrecemos, y al dar nos enriquecemos, porque desencadenamos dentro de nosotros unas fuerzas desconocidas que dormitaban, que estaban estancadas en alguna parte en las profundidades. En el momento en que las proyectamos, empiezan a brotar, a circular, y entonces nos sentimos tan enriquecidos que nos quedamos asombrados y decimos: «Pero, ¿cómo es eso? He dado, he dado, y soy más rico» Sí, éste es el misterio del amor.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Asturias, 16 julio 2013 (Sai Ruiz)