Hablamos con frecuencia en estas notas del sol como fuente de vida, como ejemplo de dar, como modelo a imitar.

Una frase de Aïvanhov lo condensa así: “cada día el sol envía al espacio tesoros de luz, de calor, de vida”.

El mundo necesita como nunca que cada uno de nosotros imite esa fuente.

Precisamente por el dolor y la destrucción que hoy asolan ciertas partes del mundo es necesario que cada uno de nosotros sea fuente pura.

Ciertamente, no tenemos capacidad para parar las bombas, los misiles y los tanques que los humanos seguimos fabricando.

Pero los bombardeos y los misiles se acabarán el día en que una gran mayoría de nosotros seamos fuente.

Cada uno de nosotros tiene una responsabilidad ineludible: ser fuente de luz, de calor, de vida desde ya, eliminando todas las excusas y todos los egocentrismos.

Esa es la única forma de regenerar el mundo, de curar este inmenso dolor que fabricamos cada día.

No tiene sentido abominar del que bombardea si no abominamos antes de nuestras pequeñas y grandes miserias. Porque las pequeñas miserias son siempre la antesala de las grandes.

Los grandes seres nos llaman a la responsabilidad y al ejemplo.

Imagen: Playa de Mazagón, Huelva, atardecer del 13 de julio de 2014