Hace unos años nos llegó esta tristisima foto de una familia de Afganistán enterrando a uno de sus hijos, muerto en la hambruna de finales de los noventa.
La traemos hoy de nuevo al hablar del sufrimiento de la humanidad. La foto sigue doliendo en lo profundo, es una punzada permanente.
A las 7,45pm de hoy celebraremos nuestra meditación de plenilunio, que hacemos todos los meses desde hace cuatro años.
Desde hoy, la meditación se iniciará con un pensamiento enfocado a todos los seres sintientes que sufren.
Nuestro grupo meditador a veces alcanza cien personas. Muchos de nosotros, al reunirnos, recordamos esa frase de Jesús, que nos llena de esperanza: “Cuando dos o más os reunáis en mi nombre, allí estaré yo”.
Y nuestra mente, nuestra energía grupal, que debemos limpiar para estar a la altura de la responsabilidad, estará enfocada en todas nuestras meditaciones, los primeros diez minutos, a todos los que sufren.
Hablamos siempre de la inmortalidad del alma, en la que creemos. Pero el dolor humano es abrumador.
Cada uno de nosotros debe llevar amor y luz allá donde vaya. Hoy es un imperativo.
Krishnamurti nos sugiere en estas líneas que nos entreguemos en servicio al mundo.
La humanidad nos llama hoy como nunca antes nos ha llamado.
Que estemos a la altura de esa llamada.
Que nunca olvidemos a esta pobre familia de Afganistán, sola y desvalida en su sufrimiento.
Cuando hacéis todo el esfuerzo que podéis para ayudar, debe dar un resultado, tanto si podéis verlo como si no; si reconocéis la manera de obrar de la Ley, sabéis que esto es así. Por estro debéis obrar rectamente por amor a lo recto, no con esperanza de recompensa; debéis trabajar por amor al trabajo, no por la esperanza de recompensa; debéis trabajar por amor al trabajo, no por la esperanza de ver el resultado; debéis entregaros al servicio del mundo, porque lo amáis y no podéis dejar de entregaros a él.
Jiddu Krishnamurti, A los pies del Maestro (At the feet of the Master), 1929. Foto: entierro de un niño en Afganistán, original de Time magazine.