««No está bien tomar el pan de los niños y tirarlo a los perros», decía Jesús. Para interpretar correctamente estas palabras, hay que comprender a qué corresponden este pan y estos perros en nuestra vida interior. El pan, son todas las cosas buenas que preparamos en nuestro corazón, nuestro intelecto, nuestra alma y nuestro espíritu. No hay que darlas a comer a los perros, es decir, simbólicamente, a las entidades inferiores del plano astral, sino que hay que guardarlas preciosamente para alimentar a los ángeles, a los arcángeles y a todas las entidades celestiales. Porque los visitantes del mundo divino se sienten felices de estar entre nosotros, pero si al aproximarse, comprueban que no son atendidos y que entidades inferiores ya se lo han comido todo, se alejan.
Los espíritus luminosos descienden cada día cerca de los humanos. Son visitantes reales cargados de regalos. Pero es preciso al menos ser capaces de acogerles con el alimento que ellos aprecian: los pensamientos y los sentimientos de la mayor pureza. Si no, se van.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: árbol a las afueras de Boston, Massachusets, 15 de mayo 2016