Se nos dice que un día, alcanzado un cierto desarrollo, podremos leer el aura, donde está toda la información sobre cada uno de nosotros.
Los humanos estamos todavía rodeados de un aura oscura, cargada de contaminación física y psíquica.
Pero también podemos trabajar para dotarla de esa luminosidad y claridad a la que se refiere el pensamiento de hoy.
El resultado de la práctica de las virtudes es un aura limpia, luminosa y cristalina.
Cada encarnación en la tierra es una oportunidad preciosa para avanzar un paso en nuestra evolución, en el camino de regreso a casa.
Los grandes seres que nos han precedido irradiaban luz desde su aura.
Pueden ser nuestro ejemplo en nuestro caminar, para que intentemos en cada acto, por pequeño que sea, ser dignos de ellos.
Que nuestro camino se llene de esperanza y alegría, pues un maravilloso reencuentro nos aguarda a pesar de todo cuanto acontece.
Todos queréis gozar de buena salud, todos queréis vivir en paz, amor y alegría. Pero en cambio he aquí que, no sólo no hacéis gran cosa para lograrlo, sino que incluso se diría a veces que hacéis todo lo posible para ignorarlo. ¿Cómo pensáis que todas estas bendiciones os lloverán así, por casualidad? Para atraerlas, debéis hacer esfuerzos, ejercicios.
Entre estos ejercicios, uno de los más eficaces es trabajar con el aura. Existen métodos de concentración para desarrollar el aura, pero el mejor método, el más seguro, es la práctica de las virtudes. Con el amor vivificáis vuestra aura; con la sabiduría la hacéis luminosa; con la fuerza de vuestro carácter la hacéis poderosa; con una vida pura la hacéis clara y cristalina. Cada virtud que desarrolláis proporciona una nueva cualidad a vuestra aura. Y esta aura viva, luminosa, poderosa y clara es la que atrae sobre vosotros todas las bendiciones del Cielo.
Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Foto: madres con sus niños en el dispensario de Pilkhana, Howrah, del programa Colores de Calcuta, junio 2009