«La mayoría de los humanos tienen buen corazón y son sensibles, pero tienen una curiosa manera de mostrar esta sensibilidad. Si ven en el cine o en el teatro a un niño abandonado o mal tratado, o a gente muriendo de hambre, o perseguida, derraman fácilmente algunas lágrimas. Pero si, al salir del espectáculo, pasan delante de un mendigo cuya apariencia miserable debería atraer su mirada y suscitar su compasión, ni si quiera se dan cuenta de él. Y una vez han regresado a su casa, zarandean a sus hijos, no les escuchan cuando tienen necesidad de atención y de ternura. Sí, es extraordinario, son sensibles en el cine o en el teatro, se enternecen y lloran, pero en la vida, ante el mismo espectáculo, a menudo cierran sus ojos y su corazón.

Los humanos tienen aún mucho que aprender sobre la verdadera sensibilidad y cómo manifestarla. ¿Cuántos son sensibles a la belleza del mundo divino, y experimentan al contemplarla tales emociones que todo su ser, trastornado, renace purificado, regenerado?»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Parc de la Ciutadella, Bercelona, 16 abril 2016 (cortesía de Carmen Torres)