Está el mundo de lo grueso, de lo denso.

Está también el mundo de lo sutil donde la consciencia se expande, se proyecta a otras regiones.

En las regiones sutiles hay encuentros y experiencias que nos es difícil entender y explicar en las regiones densas.

En esas regiones la energía que recibimos es de una naturaleza muy superior.


Cuando solo frecuentamos el mundo denso se produce un mimetismo, y nos densificamos más y más, como aplastándonos con la tierra.

Igualmente, según visitamos el mundo sutil, el horizonte se expande y nuestra vida en la tierra se vuelve más liviana y cambia de color.

Nuestras vidas están tan ocupadas y llenas de inutilidades que el mundo sutil permanece inexplorado.

En el alba la claridad es mayor.

«Ahora os diré cómo podéis tomar las partículas etéricas que el sol envía a profusión cada mañana. En realidad, es muy sencillo: ni siquiera hay que saber qué elementos restablecerán vuestra salud, eso no tiene ninguna importancia. Os esforzáis solamente en subir… En subir con el pensamiento hasta las regiones más sutiles: allí os exponéis, esperáis… Y entonces vuestra alma y vuestro espíritu, que son unos químicos y unos médicos muy competentes, que conocen exactamente la naturaleza de todas las sustancias etéricas, captan lo que os es necesario y dejan a un lado todo lo demás. Os concentráis, esperáis con amor, con sumisión, con alegría, con confianza, y, un tiempo después, cuando volvéis, sentís que algo se ha restablecido, serenado, reforzado”.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Los esplendores de Tipheret, El sol en la práctica espiritual, tomo 10 de las Obras Completas, página 31, Editorial Prosveta. Foto. Parque Natural Calblanque, 9 de diciembre 2013 (Shuel)