Descendemos del espíritu para manifestarnos en la tierra a través de la materia.

En nuestra estancia en la tierra podemos densificarnos más y más cargando los cuerpos físico, mental y emocional.

Hay actividades que nos densifican y ensombrecen, que es otra forma de decir que nos atan, pues figuradamente nos mantienen aplastados en el suelo.

Otras nos elevan como si quisiéramos volar, y nos sentimos livianos, en comunión con otras fuerzas.

Todos lo hemos experimentado y lo vivimos a diario.

De nuevo es una elección dirigida no solo por las circunstancias sino, en mucha mayor medida, por la responsabilidad de cada uno.

Podemos elegir entre dos formas de vivir: la primera nos densifica y apaga poco a poco; la segunda nos vivifica y mantiene vivos.

Vivir o malvivir, he aquí nuestra elección.

Los humanos siempre están dispuestos a hacer experiencias que les vuelvan más densos y les ensombrezcan… ¡Si al menos supieran no ir demasiado lejos y sacar algunas conclusiones útiles de lo poco que han vivido! Pero no, experimentan hasta el final y no sólo una vez, sino diez veces, ¡cien veces! No se les ocurre pensar que no les quedará ninguna energía para el día en que quizás quieran probar experiencias espirituales. ¿Por qué no? Puede suceder que llegue el día en que, hastiados por fin de hallarse hundidos en las ciénagas, se decidan a conocer la pureza y la luz. Pero esto será imposible, ya no tendrán ni los medios, ni la fuerza.

Imaginarse que todo es posible, que se puede subir al Cielo después de haber descendido durante años al infierno, significa no conocer en absoluto la psicología, la vida. Han fracasado, se han ensuciado, sobrecargado y apoltronado, ¿y creen que podrán recurrir al Cielo? Pero ¡qué ingenuidad, qué ignorancia!

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. Su obra está publicada en España por la Asociación Prosveta Española- www.prosveta.es. Foto: niños en Calcuta, India, 26 abril 2010