En el alba meditamos en busca de esa doble unión: con nuestro Ser y más arriba con el Uno.

El objetivo es mantener una actitud meditativa todo el día, en medio de cualquier actividad.

El budismo lo expresa muy bien: meditar mientras se lavan los platos, mientras se camina, mientras se prepara la comida.

Las comidas son momentos para una conexión muy profunda, en agradecimiento, en silencio.

Vivir el día en la consciencia del alma, teniendo presente quiénes somos: ese es el objetivo y también el gran regalo.

Por eso las pausas para unirse a la luz, para centrarse, para encajar el eje desalineado.

Esta es una opción, y es liberadora.

La otra opción es continuar como caballos desbocados por la vida, hasta reventar.

¡Cuánta gente imagina que los pensamientos son una especie de abstracciones que no tienen ninguna existencia real! Pues bien, es un error. Los pensamientos son entidades vivientes. Algunos mueren bastante rápidamente, mientras que otros perduran durante mucho tiempo, esto depende siempre del poder psíquico de aquél que los formó. Así sucede que hay algunos que pueden mantenerse durante siglos. Estas entidades pueden ser de muchos tipos, benéficas o maléficas. Por lo tanto, sed prudentes, permaneced atentos, esforzaos en manteneros unidos al mundo divino. Aquél que abandona su alma, su intelecto o su corazón a todo tipo de vagabundos del espacio, será su víctima. Y a la inversa, aquél que sabe cómo prepararse interiormente, sólo podrá atraer influencias benéficas que vendrán a acompañarle para ayudarle en su trabajo, para inspirarle y alegrarle sin fin.

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Óleo de Dora Gil: “Como la roca” http://www.doragil.com