El viejo adagio habla de que así como pensamos, así somos.

Un porcentaje muy alto de nuestros pensamientos es negativo respecto de los demás.

Nos centramos en los defectos, en el lado malo, alimentando ese lado.

Aïvanhov nos dice que esa forma de pensar amplifica también en nosotros los aspectos negativos, atrayéndolos.

Es una retroalimentación en la que acabamos también siendo víctimas, porque todo vuelve en la vida.

También ocurre lo opuesto, pues cuando pensamos en las cualidades, van poco a poco habitándonos.

Los liberados vivientes se caracterizan por la limpieza de su pensamiento.

Los esclavos vivientes, que son mayoría en la humanidad, viven atrapados en patrones que asfixian.

Nuestros pensamientos mandan ondas y nos traen ondas. Son invisibles, pero con el tiempo marcan nuestras facciones y se hacen visibles.

Tiene sentido seguir el camino que ya han hollado los seres libres.

La ciencia ha descubierto la circulación de ondas en el espacio. Así pues, los pensamientos, los sentimientos, los actos producen también ondas que se propagan. De ello se deduce que existe entre los humanos una especie de lazo magnético, y si os obstináis en pensar en los defectos de los demás, a hablar de los mismos y a alimentar malos sentimientos al respecto, os asemejaréis a ellos. Pues sí, cuando vemos solamente el lado malo de los seres, no solamente lo atraemos, sino que lo amplificamos en nosotros mismos.

¿No queréis ver aparecer en vosotros tal trazo de carácter, tal comportamiento que os disgusta en los demás? No insistáis en ello, sino llegará el día en que haréis como ellos, e incluso peor que ellos. Pensad más bien en sus buenas cualidades, y un día descubriréis que, aquí también, comenzáis pareciéndoos a ellos.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86) , Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta.  Foto: en las proximidades del campo base del Everest, Nepal, 16 mayo 2004