El pensamiento de hoy pertenece al libro “Buda viviente, Cristo viviente”.

Se nos dice que nosotros podemos encarnar los valores que los dos Maestros encarnaron.

Se nos invita a vivir la práctica y a no atascarnos en la teoría.

A frecuentar el templo interior, a crearlo cada instante trayendo consciencia allá donde estemos.

La práctica es como lluvia fina, que lenta e imperceptiblemente nos lleva a la dimensión esencial, que es “un estado de imperturbabilidad, paz y alegría”.

Cada uno de nosotros tiene esa conquista pendiente y cada uno de nosotros cuenta con las herramientas precisas para ello.

No hay que buscar fuera, no hay que irse lejos.

La lluvia fina siempre acaba calando.

La práctica constante, a pesar de nuestras caídas, nos curará.

“Por ello, creo que es más adecuado acercarse a Dios a través del Espíritu Santo que a través de la teología. Podemos identificar al Espíritu Santo donde quiera que manifieste su presencia. Siempre que vemos a alguien lleno de amor, compasivo, consciente, cariñoso y comprensivo, sabemos que el Espíritu Santo está ahí”.

Thich Nhat Hahn, “Buda viviente, Cristo viviente”, 1995, p. 133, Editorial Kairós. Imagen: Nubes en Boadilla del Monte, abril 2014